Hace un par de días asistí al poblado de Atlacholoaya, municipio de Xochitepec, Morelos, como parte del programa "ExpreCiencia Ambulante: un Chispazo Científico" del Consejo de Ciencia y Tecnología del Estado de Morelos. El objetivo es llevar talleres que involucren algo de ciencia o tecnología a zonas marginadas y alejadas de centros urbanos grandes, así como polígonos de intervención de seguridad pública. La idea detrás es simple: promover el acceso de la población al conocimiento científico.Por mi parte, llevé algo relativamente simple: un taller de extracción
de ADN de fresas con ingredientes caseros. Es el típico "truco" que se
puede hacer hasta en una fiesta con tequila, y que al final termina
apantallando bastante al poder ver a simple vista el ADN que aparece al
final como si fuera un moco blancuzco y algo repugnante.
Cuando platico con algunos conocidos al respecto de este tipo de iniciativas, he encontrado dos categorías de respuestas ante la actividad. Primero están los que se entusiasman con el hecho de que existan este tipo de iniciativas. Por otro lado, están aquellos que muestran escepticismo ante el valor real de estas actividades. En algunas veces el franco escepticismo se vuelve en una cínica
desestimación de la divulgación interactiva. "No somos payasos para
andar haciendo espectáculos con globos" me han llegado a comentar. Es interesante realizar la reflexión: ¿Qué tan relevante resulta saber que la fresa tiene ADN en una comunidad dónde los habitantes sobreviven en condiciones extremas de pobreza e inseguridad? ¿Cómo lograr que se incorporen esos conocimientos en la gente, especialmente cuando los niveles educativos están para llorar?
La segunda pregunta implica un reto para aquellos que vamos. El reto es lograr crear una actividad rápida, lo suficientemente "digerible" y "sencilla" como para que se genere una impronta. Hablar del ADN resulta problemático dada la complejidad del tema. En primera, tengo que aceptar que durante las seis horas que estuve ahí, jamás ocupé la palabra 'desoxirribonucleico". Vaya, ¿a quién coño le importa que es un ácido y que tiene desoxirribosas? Creo que ni siquiera mencioné la existencia de la timina, la citocina, la guanina o la adenina. Creo que suficiente tenían con saber que hay una sustancia que se llama "ADN" que se encuentra en las células de los seres vivos (que son como "bolsitas con muchas cosas adentro") y que esa sustancia tiene toda la información de los seres vivos, desde las fresas hasta las personas. "En el caso de las fresas, su ADN le va a decir si va a ser grande o
chiquita, si va a ser muy dulce o no, y por supuesto, el ADN le dice que
tiene que ser roja" repetía, grupo tras grupo de curiosos niños que veían con asombro como el ADN "escapaba" al alcohol dentro de sus vasitos, y pronto veía como cambiaba la expresión de asombro a una de franca repugnancia cuando les decía que ellos también tenían de ese moco dentro de sus cuerpos. "Las personas también tienen ADN. El ADN tiene toda la información sobre una persona, si va a tener el pelo lacio o rizado, si sus ojos van a ser negros, verdes o cafés, si va a ser alta o baja, delgada o gordita, y hasta si van a desarrollar alguna enfermedad como el azúcar o la presión de las venas" decía, mientras una parte de mí se tragaba todos sus principios anti-deterministas. El sacrificio de la precisión con tal de que se quedara la idea básica y fundamental creo valía la pena.
En otras palabras, de acuerdo a la audiencia y a público, acomodas tu retórica y tus expectativas. No iba a dar una clase de genética, quería que se fueran con la idea de que el ADN existe. No creo que pueda pretender más, especialmente cuando al inicio del taller les preguntaba a los chavos si habían escuchado hablar del ADN y me contestaban que si no era algo de los análisis clínicos o de la sangre (o inclusive, una enfermedad.... epidémica, ¡porque todos la tenemos!). Total, en ese sentido, lograr que se incorpore una idea depende de cómo la presentes y a qué nivel lo ocupes. No hay de otra.
Sin embargo, queda una respuesta pendiente. ¿Qué tan relevante pudiera ser que ahora sepan tantas cosas sobre el ADN? Bien, esta cuestión podría generalizarse y podemos preguntarnos: ¿qué relevancia hay en una actividad en dónde se presenta a una comunidad olvidada una serie de talleres dónde los niños y demás habitantes aprenden que si el ADN, que si la electricidad, que si los microscopios, que si el moco de king kong, que si los colores se pueden juntar para crear luz blanca, etc.? ¿Para qué tanto esfuerzo? De entrada, consideremos que muchas de estas comunidades por su propia condición casi nunca tienen acceso a actividades más allá de las fiestas patronales o el ocasional bodorrio de alguno de sus habitantes. El hecho de llevar algo es importante para darle un respiro a la gente de la rutina. En segunda, se puede argumentar que llevar conocimiento al vulgo -y realizar, propiamente dicha, la divulgación- incrementará el acervo cultural y social de esa comunidad, incluyendo la posibilidad de que tomen decisiones más informadas. Claro, para que estos dos puntos tengan mayor sentido, también deberían existir programas que lleven otras formas de cultura, quizá las que más se asocian a esa palabra de manera tradicional como eventos artísticos, y eventos deportivos: en la variedad está el gusto, y no sólo de ciencia vive el hombre. Pero este punto es harina de otro costal.
En el caso particular de mi participación, hubo un momento muy específico durante todo el día en el cual me quedó clara la necesidad de este tipo de actividades. Al finalizar uno de los talleres y mientras llegaba el siguiente grupo de niños, un par de señoras se acercó a preguntar más al respecto:
-Oiga joven, ¿y esto se puede hacer en laboratorios?
-Claro es parte de lo que hacemos en el laboratorio- contesté, como si de verdad me dedicara (o siquiera hubiese dedicado algún día) a jugar con pipetas.
-Ah.. ¿y estos estudios pueden identificar personas, verdad?
-Sí -contesté- cada uno de nosotros tenemos un ADN específico, y con cualquier parte del cuerpo como la sangre, el cabello o la piel se puede saber de quién es -simplifiqué el asunto.
-¿Y los peritos lo hacen? ¿Y sí sirven?
-Sí, se pueden ocupar para identificar personas desaparecidas o como evidencia para algunos crímenes. Y sí, son bastante confiables dado que cada uno tenemos un ADN específico.
-Oiga, ¿y son muy caros? -inquirió la señora que dominaba la conversación, consternada.
-Depende de lo que se necesite hacer -contesté, mientras veía que la otra señora se ponía nerviosa e incomoda. -¿Por qué me pregunta?
-Es que... -vaciló la primera de las señoras, mientras la otra me daba la respuesta con su expresión corporal -es que pasó algo con un señor de aquí de la comunidad -decía la primera señora, mientras que la segunda se cubría con los brazos -y pues el perito nos quería cobrar mil pesos para hacer una de estas pruebas después hacer la denuncia y nos decía que no era muy confiable de cualquier forma.
-Ahh no, si es por una demanda no les deberían cobrar -contesté, incrédulo y encabronado, mientras notaba que el mismo sentimiento comenzaba a surgir en mis dos interlocutoras -si se presenta una demanda la autoridad tiene la obligación de investigar y hacer las pruebas necesarias sin cobrarle. Y en este caso, suelen ser bastante confiables, casi perfectas.
-Bueno, gracias -apresuró la segunda señora, mientras jalaba a la otra para irse apresuradamente.
Y yo me quedé ahí, pensando "pinche perito corrupto" mientras decidía salir a que se me bajara el coraje. ¿Qué habrá pasado con la señora que se incomodó de tan sólo hablar del tema? Yo llegué a una hipótesis, basado en las pistas de "un señor que hizo algo" que provocaba una reacción corporal que ya he visto antes. Pero eso es lo de menos. Quizá lo que haya sucedido ya no tenga forma de ser evaluado con una prueba genética, pero al menos sí sé que al menos a esas dos señoras ya no les van a ver la cara tan fácilmente en caso que, ojalá y no, vuelva a ocurrir una situación similar.
Al final de cuentas, saber del ADN de las fresas no sirva de mucho ni cambie la vida de los niños y asistentes al evento. Por sí sólo, el espectáculo 'circense' del moco no tiene la gran relevancia. Son las aplicaciones en la vida diaria lo que pueden tener cambios positivos y tangibles los que justifican el esfuerzo. Es la aplicación de este conocimiento, y su apropiación en la resolución de los problemas del día a día los que le dan sentido.
Ahí nomás,
Pepe