Hace exactamente una semana, y al decir esto no es sólo un redondeo sino exactamente las 168 horas que hay en siete días, fumé mi último cigarro.
mentalizándome que es el último, es el último, es el último
— Pepe (@pepetonito) February 11, 2014
Y cuando ya fumabas cerca de dos cajetillas diarias el vicio comienza a ser preocupante, la verdad -y cuando digo "cerca de dos" hago trampa por que fumaba Delicados y esos traen 25 cigarros por cajetilla, cuando la cajetilla se define como 20 cigarros en general.
Comienza a preocupar el asunto ese de la salú, porque tal y como sugieren las ratas fotoshopeadas de las cajetillas, el cigarro hace daño. Pero esa letanía me la sé, se la saben, y no soy yo quien venga a sermonear sobre ello. A mí me preocupaba más la lana, porque el pinche tabaco ya cuesta más que una comida de fonda y pues nomás no.
Así que ahora pueden revisar las últimas entradas de este blog, o mis últimos tuits, y entenderán mejor.
¿Qué como me siento? Mucho mejor. Hoy, con lo que ahorré de cigarros en una semana compré cosas que hace mucho quería comprar: zapatos nuevos. En cuanto a lo físico y que sólo me interesa a mí, es cierto: el cigarro quita el hambre, así que la última semana ha aumentado considerablemente mi consumo de chicles. Los chicles también ayudan a la sensación -más psicológica que fisiológica- de tener algo metido en la boca (sin albur). Pero lo peor de dejar de fumar, lo peor lo peor... después del corte (descripciones gráficas, aunque puro texto).
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